De nuevo, como venimos haciendo los martes, la clase constó de dos partes diferentes: realización de la práctica en el pabellón con una pequeña reflexión posterior y debate grupal en el aulario acerca de lo acontecido (aunque hoy esta última parte ha sido más bien de algo que se nos había mandado de casa).
Por desgracia me he perdido el inicio de la clase y la pertinente explicación (me quedé frito y perdí el bus de las 16.30), aunque me pude reincorporar sobre la marcha. Se me asignó una pegatina con un número y un color y me fui con los que compartía esa numeración. Eduardo (solo ante el peligro, hoy Enrique no estaba) nos pidió una propuesta de juego, para lo cual todos los miembros del grupo teníamos que llegar a un acuerdo buscando que fuera lo más atractiva posible empleando un material limitado: un par de conos y una pelota.
El juego que nosotros diseñamos fue una especie de frontón, como acabamos haciendo la mayoría de la clase, aunque con variaciones al planteamiento inicial. Concretamente consistía en que había que lanzar con la mano la pelota, dando cada jugador un sólo golpe procurando que entrara en una parte establecida del campo delimitada por los conos, intentando que el impacto de la pelota con la pared se diera por encima de una altura aproximada de un metro. El sistema de puntuación acordado fue similar a las antiguas reglas del volley: si se ganaba pero no se estaba en posesión del saque no se consideraba "punto" sino "cambio de saque". Asimismo, el margen para ganar era de un mínimo de dos puntos.
Una vez acordado el ejercicio a realizar nos situamos según los colores de la pegatina, y cada uno de nosotros explicó el juego que diseñó a los compañeros, rotando por cada una de las estaciones en las que quedó dividido el pabellón; de esta forma cada uno de nosotros tuvo como mínimo un momento de protagonismo.
Y para acabar esta primera parte, como solemos hacerlo, nos situamos formando una especie de círculo sentados entre unos cuantos bancos suecos y la primera fila de las gradas, para hacer la reflexión de la práctica. Al preguntársenos qué valores estábamos trabajando con la propuesta de hoy salieron términos como la comunicación, la democracia (pues cada uno aporta al juego según vea que necesita retoques, y los demás lo respetan), la empatía (se busca que todos puedan jugar, desde los más hábiles hasta los menos dotados para la E.F.), la cooperación (entre todos vamos puliendo los defectos que puedan surgir, y colaboramos en la simulación del juego), la autonomía (en todo momento se nos ha dejado que actuemos como queramos, sin ningún tipo de control por parte del profesor más que para hacer alguna que otra sugerencia), etc. La clase de hoy en el pabellón finalizó con una exposición en powerpoint titulada "diferencias entre el valor educativo que un juego deportivo construido y otro por construir pueden proporcionar a nuestros alumnos y alumnas". Sobra explicación con un título tan escueto.
De vuelta al aulario, como se nos había avisado por el SWAD, tocó hablar de nuestra autobiografía con el deporte y la Educación Física. Empezamos hablando de nuestras experiencias positivas y después de aquellas menos agradables que nos han marcado de alguna forma. El clima de debate, como viene siendo habitual, fue excelente. No obstante, como nota negativa, me sigue costando hablar en público. Qué asco de timidez...
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